26 nov 2010


El corazón me dice:
    "Busca la presencia del Señor."
    Y yo, Señor, busco tu presencia. 
Salmos 27:8


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14 nov 2010




Quizás lo que les cuente a continuación les parecerá algo extraño pero así paso:

Hoy fui a la cocina con deseos de tomarme una limonada. Tome el Limón del refrigerador y lo partí a la mitad para así poder exprimirlo. Pero antes, pensé: - "Pobre limón",- "Wow, Dios tuvo que haber pensado en mi cuando hizo el limón"- Como se forma el jugo agrio dentro del limón?.- Me pregunte.  Proseguí a exprimir mientras pensaba lo maravilloso que es Dios.

Cuando de repente tuve este pensamiento:- "Los seres humanos nos parecemos al limón, somos aparentes por fuera (Bien normales), pero estamos llenos de tan amargo jugo, cosas que quizás otros desconocen esta dentro de nosotros, amargos y desabridos. Puro pecado y maldad.

Entonces al momento de entregarnos en las manos de Dios (Creador del limón), El nos toma y nos exprime extrayendo todo de nosotros, todo ese amargo sabor. Pero no queda ahí, nos deposita en su vaso, nos mezcla con azúcar (su dulce palabra), y luego nos completa con el agua de su espíritu, completando en nosotros una rica limonada con rico sabor que refrescara a todo aquel que la tome. Uhmmm...

Por cierto me quedo rica la limonada,. ;)



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4 nov 2010

Un antojo se apodero de mi, "deseo de una buena taza de café".
 Camino a la cocina y de repente  llego una voz, con interés de hablar conmigo:

-Ya lo conseguiste, no era lo que querías?. Porque seguir a su lado?-Dijo.

 Agarro la greca y me sigue diciendo: -No puedes pensar que seras mal agradecida por dejarlo...te costo muchas lagrimas.

Lavo la greca.

-Acaso no recuerdas? todas las noches llenas de insomnio pensando en sera o no sera posible.

Se me  hace agua la boca por el olor del polvo del café.

 -Ademas durante mucho tiempo ni su voz escuchabas para aliviar la angustia que sentías en ti.- insistía-.

Enciendo la hornilla y espero.

 -No creo que hablaras en serio cuando le dijiste que con o sin tu "milagro" le amaras y que jamas lo dejarias, déjate de eso, puedes dejarlo y seguirlo amando!! no seras ni la ultima ni la primera, te lo aseguro!.

 El olor invade la cocina, llegando a la sala.
El café ya esta listo. Busco la taza, cubiertos y azúcar.

-Puedes venir, las ofertas que tengo, ya sabes, son para no rechazar; trabajo, amor, dinero, tengo a muchos esperando por ti.

Muevo mi antojo despacio. Camino a la sala, no se quiere dar por vencido, intenta volver a hablarme:

-Te tengo en la.....

(Interrumpo)

DISCULPA, estoy ocupada, no lo ves?. Estoy en la RUTA del café, no tengo tiempo para ti. Es tiempo de disfrutar un buen trago.

Ya se fue...ahora llego EL...entonces le comento:
-Acabo de aprender algo... no es el antojo, ni la necesidad, no se trata de recibir "milagros", tampoco se trata del agradable olor, ni siquiera del polvo, mucho menos de la borra del café....es la RUTA hacia El!! 


Hoy por fin lo entiendo a plenitud: PUESTOS los OJOS en Jesús, el autor y el consumador de la fe!!  De esto se trata...de la RUTA!! 





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1 nov 2010

El terremoto que sacudió a Armenia en 1989 necesitó solo de cuatro minutos para destruir a toda la nación y matar a treinta mil personas. Momentos después que el movimiento mortal hubo cesado, un padre corrió a la escuela a salvar a su pequeño hijo. Cuando llegó, vio el edificio en el suelo. Mientras buscaba en medio de aquella masa de piedras y escombros, recordó una promesa que había hecho a su hijo: “No importa lo que ocurra, siempre estaré ahí donde tú estés”. Llevado por su promesa, encontró el lugar donde había estado el aula de la clase de su hijo y empezó a quitar los escombros. Llegaron otros padres y empezaron también a buscar a sus hijos. “Es demasiado tarde”, le dijeron. “Usted sabe que están muertos. No se puede hacer nada”. Incluso un policía le dijo que dejara de buscar.

Pero el padre no se dio por vencido. Durante ocho horas, luego dieciséis, luego veintidós y finalmente treinta y seis, buscó y buscó. Sus manos estaban destrozadas y sus fuerzas se habían agotado, pero se negaba a darse por vencido. Finalmente, después de treinta y ocho horas de angustia, removió un gran trozo de pared y oyó la voz de su hijo. Le gritó: “¡Arman! ¡Arman!” Y una voz le respondió: “¡Papi, aquí estoy!” En seguida, el niño agregó estas preciosas palabras: “Les dije a los otros niños que no se preocuparan, que si tú estabas vivo, vendrías a salvarme, y al salvarme a mí, ellos también se salvarían porque me prometiste que sucediera lo que sucediera, siempre estarías conmigo”.

Dios nos ha hecho la misma promesa. “Vendré otra vez...” nos asegura. Sí, las rocas temblarán. Sí, la tierra se sacudirá. Pero el hijo de Dios no tiene por qué tener miedo, porque el Padre ha prometido llevarnos con Él.

¿Pero estamos dispuestos a creer la promesa? ¿A confiar en su lealtad? ¿No deberíamos ser cautelosos sobre la confiabilidad de tales palabras?

Quizás no tengamos dudas. Si tal fuere el caso, quizás quisiéramos saltar este mensaje. Otros de nosotros, sin embargo, necesitamos un recordatorio. ¿Cómo podemos estar seguros que lo que dijo lo hará? ¿Cómo podemos estar seguros que quitará los escombros para dejarnos libres?

Porque ya lo hizo una vez. Porque Él sabe que un día este mundo volverá a ser conmovido. En un abrir y cerrar de ojo, tan velozmente como el relámpago alumbra del este al oeste, Él volverá. Y toda persona lo verá: Nosotros lo veremos. Los cuerpos se levantarán del polvo e irrumpirán a través de la superficie del mar. La tierra temblará, el cielo rugirá, y los que no lo conocen se estremecerán. Pero en esa hora no tendremos temor, porque lo conocemos.

Porque nosotros, como el niño en Armenia, hemos oído la promesa de nuestro Padre. Sabemos que Él ha quitado la piedra, no la piedra del terremoto armeniano, sino la piedra de la tumba arimateana. Y en el momento que Él quitó la piedra, también quitó toda razón para la duda. Y nosotros, como el niño, podemos creer las palabras de nuestro Padre: “Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”





Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo,
para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Juan 14:3


 

Tomado del libro cuando Cristo venga
Autor: Max Lucado
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