1 nov 2010

El terremoto que sacudió a Armenia en 1989 necesitó solo de cuatro minutos para destruir a toda la nación y matar a treinta mil personas. Momentos después que el movimiento mortal hubo cesado, un padre corrió a la escuela a salvar a su pequeño hijo. Cuando llegó, vio el edificio en el suelo. Mientras buscaba en medio de aquella masa de piedras y escombros, recordó una promesa que había hecho a su hijo: “No importa lo que ocurra, siempre estaré ahí donde tú estés”. Llevado por su promesa, encontró el lugar donde había estado el aula de la clase de su hijo y empezó a quitar los escombros. Llegaron otros padres y empezaron también a buscar a sus hijos. “Es demasiado tarde”, le dijeron. “Usted sabe que están muertos. No se puede hacer nada”. Incluso un policía le dijo que dejara de buscar.

Pero el padre no se dio por vencido. Durante ocho horas, luego dieciséis, luego veintidós y finalmente treinta y seis, buscó y buscó. Sus manos estaban destrozadas y sus fuerzas se habían agotado, pero se negaba a darse por vencido. Finalmente, después de treinta y ocho horas de angustia, removió un gran trozo de pared y oyó la voz de su hijo. Le gritó: “¡Arman! ¡Arman!” Y una voz le respondió: “¡Papi, aquí estoy!” En seguida, el niño agregó estas preciosas palabras: “Les dije a los otros niños que no se preocuparan, que si tú estabas vivo, vendrías a salvarme, y al salvarme a mí, ellos también se salvarían porque me prometiste que sucediera lo que sucediera, siempre estarías conmigo”.

Dios nos ha hecho la misma promesa. “Vendré otra vez...” nos asegura. Sí, las rocas temblarán. Sí, la tierra se sacudirá. Pero el hijo de Dios no tiene por qué tener miedo, porque el Padre ha prometido llevarnos con Él.

¿Pero estamos dispuestos a creer la promesa? ¿A confiar en su lealtad? ¿No deberíamos ser cautelosos sobre la confiabilidad de tales palabras?

Quizás no tengamos dudas. Si tal fuere el caso, quizás quisiéramos saltar este mensaje. Otros de nosotros, sin embargo, necesitamos un recordatorio. ¿Cómo podemos estar seguros que lo que dijo lo hará? ¿Cómo podemos estar seguros que quitará los escombros para dejarnos libres?

Porque ya lo hizo una vez. Porque Él sabe que un día este mundo volverá a ser conmovido. En un abrir y cerrar de ojo, tan velozmente como el relámpago alumbra del este al oeste, Él volverá. Y toda persona lo verá: Nosotros lo veremos. Los cuerpos se levantarán del polvo e irrumpirán a través de la superficie del mar. La tierra temblará, el cielo rugirá, y los que no lo conocen se estremecerán. Pero en esa hora no tendremos temor, porque lo conocemos.

Porque nosotros, como el niño en Armenia, hemos oído la promesa de nuestro Padre. Sabemos que Él ha quitado la piedra, no la piedra del terremoto armeniano, sino la piedra de la tumba arimateana. Y en el momento que Él quitó la piedra, también quitó toda razón para la duda. Y nosotros, como el niño, podemos creer las palabras de nuestro Padre: “Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”





Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo,
para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Juan 14:3


 

Tomado del libro cuando Cristo venga
Autor: Max Lucado
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