1 dic 2010


Después del agua, el té es la segunda bebida que más se consume en el mundo. Su origen se remonta a miles de años. Se cuenta que un día el emperador Shen Nung de china se arrodillo delante del fuego mientras hervía agua. Al sabio emperador le llamaban el “Sanador divino”, y el siempre hervía el agua antes de beberla. Nadie conocía la causa de las enfermedades, pero Shen Nung había observado que la gente que hervía el agua de beber tenía mejorar salud.

Los siervos de Shen Nung habían preparado un fuego con ramas de un árbol cercano. Cuando el agua empezó a hervir, algunas de las hojas de las ramas de más arriba cayeron en la vasija del agua.
El emperador exclamó: “¡Qué aroma tan delicioso!”, mientras la fragancia del té flotaba en el aire por primera vez. Entonces sorbió el aromático y humeante líquido.

” ¡Ah!”, dijo. “¡Qué gran sabor!” Y así fue como se descubrió el uso del té en el año 2737 A.C. El té se consume ahora en todas las naciones del mundo.

La sociedad conoce hoy gran valor a la novedad. Abundan los seminarios, talleres y conferencia ofreciendo nuevos métodos y formulas para lograr el éxito. Las tiendas anuncias nuevos estilos de zapatos, ropas, empapelados, muebles y equipos electrónicos. Si es nuevo, ¡es bueno! No obstante, ¿es siempre lo nuevo lo mejor?

Hace dos mil años Jesús dijo:”yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6), y su Palabra es verdad hoy. Puedes contar con ella, sin importar cuantas nuevas ideas encuentres por el mundo. Al beber tu té, como lo ha hecho la gente por siglos, recuerda que la palabra de Dios pasa con éxito la prueba del tiempo y sirve como tu fundamento en cada situación.


Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos.
Hebreos 13:8


Tomado del libro: Momentos de Quietud con Dios



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