20 sept 2010


¿Recordamos las palabras de Jesús a la mujer samaritana? “Pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna” (Juan 4:14, NVI). Jesús ofrece, no un trago de agua excepcional, sino un pozo artesiano perpetuo. Y el pozo no es un hueco en el patio sino que es el Espíritu Santo de Dios en nuestro corazón.
     “Si alguno cree en mí, ríos de agua viva fluirán del corazón de esa persona, como dice la escritura”. Jesús estaba hablando del Espíritu Santo. El Espíritu todavía no había venido porque Jesús no había sido ascendido a la gloria. Pero más tarde, los que creyeron en Jesús recibirían el Espíritu (Juan 7:38-39).
     En este versículo, el agua representa al Espíritu de Jesús actuando en nosotros. No está trabajando para nuestra salvación; ese trabajo ya está hecho. Está trabajando para cambiarnos.
 
 
 
 
Pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a
tener sed jamás, si no que dentro de él esa agua se
convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.
Juan 4:14 NVI
 
 
 
Tomado del libro “Gracia Para Todo Momento”

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