28 oct 2010


El gran cineasta Cecil B. DeMille señalo una vez la notable importancia de la felicidad en la vida y como saborearla:

     La profesión que uno no decide seguir para ganarse la vida rara vez trae fama y fortuna, pero una existencia vivida dentro de los dictados de la propia conciencia si pude traernos felicidad y satisfacción para vivir más allá de las aclamaciones del mundo. Espero pasar por este mundo una sola vez, por tanto, déjenme hacer ahora todo el bien posible o toda bondad que pueda mostrar hacia mi prójimo. No permita que lo demore o lo descuide, pues no volveré a pasar por este mundo de nuevo. La felicidad debe tomarse a sorbos, no sacarla de la vida como a grades tragos, ni tampoco fluye de una forma regular como por una llave de agua. “Una porción de ti mismo” es un sorbo de felicidad tan satisfactorio como gratuito.

     La metáfora de tomar a sorbitos de DeMille nos recuerda que uno se puede sentar un buen rato con una taza de té caliente en las manos. El vapor cálido y fragante que se desprende nos ayuda a reavivar nuestra propia actitud y casi siempre nos proporciona un sentido de contentamiento. En esos momentos es fácil estar de acuerdo con el apóstol Pablo: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Filipense 4:11).

     Una de las maneras en que podemos experimentar la verdadera felicidad es “bebiendo a sorbos” de la provisión de talentos y habilidades que nos da Dios y usarlo para el beneficio de otros. Los “sorbos” no requieren de mucho tiempo. Tampoco hacen falta destrezas extraordinarias o profesionales que ayuden.

     Usa un don o talento que tengas para servir a otros. Alístate como voluntario para un comité en el trabajo, maestro de la Escuela Dominical, miembro de un coro o grupo musical, entrenador de béisbol, para enseñar a leer a adultos o solo haz el esfuerzo de conocer mejor a tus colegas.

     Helen Keller, ciega y sorda desde los diecinueve meses de edad, tuvo una vista extraordinaria en lo que se refiere a ver las prioridades de la vida. Dijo: “muchas personas tienen una falsa idea de lo que constituye la verdadera felicidad. Esta no se obtiene mediante la gratificación propia, sino a través de la fidelidad a un propósito que valga la pena”.

     ¡Qué milagroso es que Dios pusiera en nosotros una medida automática de felicidad en cada acto de amor y sacrificio por otros! ¡Toma un sorbo de felicidad al servir a otros!

     Dios puede hacer grandes cosas por medio de personas que no se preocupan de quién recibe el crédito.
 
 
 
Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros;
Estaremos alegres.
Salmos 126:3
 
 
 
 
 
Tomado del libro: Momentos de Quietud con Dios

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