22 oct 2010

El papel que desempeñan los lugares de quietud en la Biblia es muy importante, sobre todo en el campo de la fe. Cristo estuvo solo durante gran parte de su vida en la tierra. A menudo le gustaba apartarse de las multitudes para la tranquila reflexión. Moisés iba solo a la montaña para hablar con Dios. Mientras que estaba allí, recibió los Diez Mandamientos, uno de los pilares de nuestra fe. Daniel se arriesgaba a morir tres veces al día, cuando dejaba sus labores oraba.

El Espíritu de Dios a menudo nos habla cuando estamos solos. Los lugares de quietud producen paz y contentamiento. El ruido engendra confusión. El orden se recupera muchas veces en el silencio.

Los restaurantes y otros lugares públicos están tan congestionados y ruidosos que hace que algunos se sientan incómodos de sentarse allí.

Nuestra cultura se ha hecho tan ruidosa con la tecnología, la industria, el entretenimiento y la transportación que rara vez encontramos tiempo y lugar para la quietud. No obstante, puede que estemos anhelando los momentos para pensar, estar en quietud y escuchar a Dios. Encontrar el tiempo, en realidad, hacer tiempo, para momentos de quietud es con frecuencia un tremendo reto.

Si el fruto de justicia se siembra en paz, los momentos de quietud cuando solo nos sentamos, escuchamos y esperamos que el Señor nos hable deben producir lo que es esencial para el crecimiento espiritual. La búsqueda de momentos de quietud para la reflexión nos ayuda a tener comunicación con Dios. Como resultado, su justicia pasa sobre nosotros y empezamos a adquirir algunas de sus características.

El Señor tiene tiempo para pasar con nosotros y está listo para que su Espíritu crezca en nosotros. Es nuestra decisión hacer la cita.




Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.
Santiago 3:18


Tomado del libro: Momentos de quietud con Dios
Editorial Unilit.


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