20 oct 2010


Hay dos momentos en el día cuando podemos mirar de frente al sol sin ninguna protección: durante el amanecer y al anochecer. En esos momentos, el sol se muestra tal como es a todos. Con las personas ocurre algo similar. Dedicamos toda nuestra vida a escondernos bajo la vestimenta, los títulos de estudio, bienes materiales, posición en el trabajo, maquillaje, etc. Hoy en día, muchos pierden su rostro o la salud al someterse a las cirugías plásticas. Pero el nacimiento y la muerte humana no se pueden ocultar con nada del mundo. Nacemos desnudos, y morimos desnudos.

     El novelista Lee Cheong-Jun (1939-2008) dijo una vez que el hombre madura hasta los 60 años de edad, pero a partir de entonces, va perdiendo es madurez. Esto quiere decir que hay más personas que vuelven a ser como niños con la edad, que los que logran tener una personalidad más profunda. 

Actualmente, están aumentando cada día los enfermos de Alzheimer. Perdemos la capacidad intelectual, volitiva, de recordar y nos tornamos como niños. Se cuenta que cuando el emperador Alejandro estuvo al borde de la muerte, pidió que hicieran unos agujeros en cada lado de su ataúd para que sacaran sus manos por allí. Sus súbditos le preguntaron la causa, y él les respondió diciendo:
     “Que el mundo vea que aún el gran Alejandro Magno se fue del mundo con las manos vacías”.
     Así es la vida de todos, sin diferencia alguna entre uno y otro. ¡Qué necedad más grande sería vivir menospreciando a los demás, sintiéndose más que otros, cuando desnudos hemos venido y desnudos nos iremos!
            

Oh Jehová, ¿qué es el hombre, para que en él pienses, O el hijo de hombre, para que lo estimes?
El hombre es semejante a la vanidad; Sus días son como la sombra que pasa.
Salmos 144:3-4

Tomado del libro tiempo con Dios
Autor: Lee Jae-Cheol






Fotos de: Rarindra Prakarsa


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