7 ago 2010

Desde su ventana escuchó el decreto: “Por los próximos treinta días, cualquiera que ore a alguien que no sea al rey será arrojado a los leones”.
Daniel abrió las ventanas. En la azotea frente a él, dos de los consejeros del rey que lo odiaban se detuvieron mirando con intensidad. Hizo un gesto cordial con la cabeza cuando se encontraron sus ojos, y ellos también saludaron con la cabeza, mientras sonrisas engañosas aparecían en sus rostros.
Daniel fue a cada ventana en su aposento y las abrió por completo. Parecía que en cada ventana había observadores. Entonces se fue al centro de la habitación, donde todos lo podían ver, se arrodilló y comenzó a adorar a Dios.
El rey se abatió cuando los guardias llevaron a Daniel ante él. Timaron al rey. Su decreto no podía revocarse, aunque se pasó todo el día tratando de encontrar una manera de liberar a Daniel, al cual consideraba que era un buen hombre.
“Llévenselo”, dijo el rey Darío a los guardias. Entonces miró a Daniel a los ojos y dijo: “!Que tu Dios, a quien siempre sirves, se digne salvarte!” (Daniel 6:16). Los soldados llevaron a Daniel al foso, con el rey siguiéndolos de cerca. Daniel no dijo una sola palabra, y fue echado al foso con los leones. La boca del foso se selló con una piedra grande. Daniel fue al centro del foso, se arrodilló y comenzó a adorar a Dios.
La adoración extrema no es un asunto de alabanza. No es un método específico ni una tradición en particular. No se determina debatiendo si se utiliza música de órgano o alabanza contemporánea. Es más, tiene muy poco que ver con la manera en que alabamos a Dios. La adoración extrema se define por cuándo y dónde adoramos. Cuando nos sentimos atraídos a la adoración durante nuestros momentos más estresantes, practicamos adoración extrema. Como Daniel, no debemos permitir que nuestras circunstancias dicten cuándo y dónde adoramos a Dios. Debemos estar preparados a fin de poner nuestra fe en acción en cualquier momento, en cualquier lugar, ¿Estamos dispuestos a servir a Dios hoy en adoración extrema?
Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está:
Al Señor tu Dios adorarás, y a Él solo servirás.
Lucas 4:8
Tomado del Libro Devoción Extrema
Traducido al español por Rafael B. Cruz
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