9 ago 2010


Ben Patterson escribe lo siguiente en The Gran Essentials (Fundamentos grandiosos):

“Tengo una teoría sobre
la vejez… Creo que cuando la vida nos ha desgastado, cuando las coyunturas nos fallan, la piel se ha arrugado, los capilares endurecido, lo que de
nosotros permanece será lo que siempre hemos sido, en esencia.

Ejemplo A es el tío lejano… En su vida no hizo otra cosa excepto procurar nuevas formas de enriquecerse… Sus años de vejez trascurrieron en gran comodidad, todo el tiempo alardeando acerca del dinero adquirido… Cuando la vida lo fue reduciendo hasta la esencia, lo único que quedó era avaricia pura. Eso fue lo que había cultivado en miles de pequeñas formas, a lo largo de toda su vida.

Ejemplo B es la abuela. Cuando murió alrededor de los ochenta y cinco años de edad, la abuela había estado senil por varios años. ¿Y de qué hablaba esta señora? El mejor recuerdo que viene a mi mente fue la ocasión cuando le pidieron que orara antes de la cena. Ella tomaba de la mano a los que estaban sentados a su lado, una amplia y contenta sonrisa aparecía en todo su rostro, sus ojos ya opacos se llenaban de lágrimas al elevar su vista al cielo, y su mentón temblaba al desbordarse en amor por Jesús.
En esencia, así era la abuela. Amaba a Jesús y a las personas. No podía recordar nuestros nombres, pero no cesaba de tocar a las personas con amabilidad cada vez que a ella se acercaban. Cuando la vida la fue reduciendo hasta la esencia, lo que quedaba era amor: amor por Dios y por los demás”

La diferencia en la “esencia” que se manifestó en estas personas una vez que la vida comenzó a declinar, se define en las prioridades de cada una, al involucrarse en los asuntos diarios.

La abuela actuaba así, debido a su amor por su familia, por Dios y sus hijos. El tío vivió su vida sólo para sí.

Cuando la vida nos reduzca poco a poco hasta la esencia ¿A quién nos pareceremos más: al tío o a la abuela?



Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él.
Proverbios 23:7
Tomado del libro un café con Dios




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