16 ago 2010

Un hombre caminaba tarde, en la noche a una ciudad distante cuando tropezó con algo en el camino. Se inclinó y recogió una pequeña bolsa llena de piedras. Echó un vistazo a su alrededor y miró con fijeza en la oscuridad, tratando de ver si se le había caído a alguien. No viendo a nadie, decidió llevarse la bolsa en su largo viaje en una noche sin luna.
Para pasar el tiempo, comenzó a arrojar las pequeñas piedras en el río junto al camino. Tac…tac…el sonido era una distracción inofensiva para el viajero aburrido. Cuando llegó a su destino, solo le quedaban dos piedras en la bolsa. Entrando a la ciudad, se acercó a una lámpara en la calle cerca de la plaza. Tomando las dos piedras restantes en la palma de su mano. Las vio bajo la luz amarilla y vio un extraño destello y brillo en las piedras. Las vio más cerca. Para su asombro y consternación, ¡las pequeñas piedras en realidad eran diamantes!
Un sabio pastor en la cárcel que pudo guiar a muchos de sus compañeros prisioneros a Jesús contó esta pequeña historia en numerosas ocasiones. A través del sufrimiento aprendió que cada minuto pudiera ser utilizado para promover el reino de Dios, sin importar las circunstancias. A menudo amonestaba a otros: “Usted puede recobrar el dinero perdido, pero no el tiempo perdido. Utilice su tiempo con sabiduría en el servicio a Dios”.
Hay treinta y dos millones de segundo en cada año y cada segundo que vivimos es un valioso regalo de Dios para utilizarlo en sus propósitos. Si los desperdiciamos, los segundos regresan a Dios, pero no regresarán a nosotros. Desaparecieron para siempre, como los diamantes en el sedimento en el fondo del río. Jesús, aun cuando lo crucificaban, pasó sus últimos suspiros ofreciéndole salvación al ladrón y hablándole palabras de consuelo a su madre. Incluso ministró a sus asesinos ofreciéndoles perdón.
Imagínese que tan valioso fue este tiempo para el ladrón que se unió a Jesús en cielo ese día. ¿Estamos llenando nuestro valioso momento con un propósito? Pidámosle a Dios que nos muestre cómo redimir nuestro tiempo, no desperdiciarlo.
Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría.
Salmos 90:12
Tomado del Libro Devoción Extrema
Traducido al español por Rafael B. Cruz
Photobucket

0 comentarios:

Publicar un comentario